Despropósito Líbico

Por Miguel Ledezma

Desde que inició la intervención de la Organización del Tratado del Atlantico Norte (OTAN) en Libia, la clase política y los medios de comunicación italianos no han dejado de cuestionar el papel protagónico de Francia en las acciones militares contra el gobierno de Kedafi. Sin embargo, las críticas tienen poco que ver con lo apresurado de los bombardeos franceses, o con el abandono de la diplomacia por parte de Europa y Estados Unidos, se trata más bien de la reacción de un país que ve amenazados sus intereses en un territorio que considera como su área de influencia. En general, el malestar italiano se ha dejado sentir con fuerza en las últimas semanas, sobre todo a partir del argumento de que la Unión Europea no hace nada con respecto a la gran cantidad de migrantes que llegan todos los días a la isla siciliana de Lampedusa tratando de escapar de la guerra. El escándalo diplomático ha llegado a extremos tales, que el Ministro del Exterior italiano, Franco Frattini, ha cometido el despropósito de declarar que su país está considerando dejar la UE dada la situación imperante (desliz que rápidamente fue corregido por el Presidente de la República Giorgio Napolitano).

Arriba se sabe muy bien que el ejercicio del poder es más efectivo cuando el dominado está de acuerdo en serlo, por lo tanto, los poderosos dedican una buena parte de sus recursos en lograr la plena identificación de los gobernados con los objetivos del soberano. En este caso, políticos y medios de comunicación buscan por igual (y en buena medida consiguen) que la gente se sienta identificada con la defensa de los intereses económicos de un puñado de empresas italianas, cuyas millonarias ganancias están en riesgo frente a la actual coyuntura. Para alguien que proviene de, digámoslo así, otro contexto de sometimiento mediático, no deja de llamar la atención la manera en que se perciben los efectos del discurso dominante en las calles de un país considerado de primer mundo, es decir, la forma en que la gente de a pie (obreros, empleados, amas de casa, profesores universitarios, etc.), reproduce y hace suyo el debate que protagoniza en estos momentos la clase política italiana con respecto a la guerra en Libia.

En el mejor de los casos se trata de ignoracia bien intencionada, una especie de paternalismo crítico que no pone en tela de juicio la intervención militar en sí, sino sus formas y sus tiempos, es decir que la consideran necesaria para ayudar a Libia a alcanzar la «democracia», pero que por eso mismo debería prevalecer el humanitarismo y no el interés económico de alguna de las potencias interventoras. Por el otro lado están quienes, haciendo suyo el discurso neocolonialista de la derecha en el poder, aseguran sin tapujos que «mientras Inglaterra se queda con el gas y Francia con el petróleo, Italia se queda con la molestia de los migrantes». Al final, tratando de discutir con las más variadas opiniones sobre este punto, te das cuenta de la fuerza que pueden llegar a tener las formas modernas de sometimiento que se construyen sobre bases culturales, en particular las derivadas de aquella interpretación (no siempre explícita) de la división del mundo en desarrollo y subdesarrollo, Primer y Tercer Mundo, Civilización y Barbarie, etc.

Mientras tanto el pleito de las potencias continúa sin que ninguna de ellas repare en el despropósito de ventilar a cada minuto las antiguas diferencias. Digamos que la imagen de ese concierto de «países civilizados» asemeja cada vez más una batalla de buitres por la botín del otrora cómodo dictador. Así, entre golpes de tenedor y eructos mal disimulados, Inglaterra reconoció que desde hace tiempo manda “asesores” para “ayudar” a los rebeldes líbicos; Francia, ruborizada ante el albazo de la pérfida Albión, declaró que ya hace tiempo hacen lo propio…e ¿Italia? Tratando disimular la flatulenta indigestión de una vida política convulsionada por los escándalos de Silvio Berlusconi, Italia sostiene que lo suyo es mandar miitares a entrenar a los rebeldes, o sea que nada de “asesoría”, sino más bien un salto hacia adelanto (y al abismo) que deja atrás el histórico amor profesado por el Premier al dictador líbico.

Posdata: ¡Ah!, por cierto, como sugieren los viejos manuales, luego de cumplir fielmente con su papel durante décadas, el gobierno de Estados Unidos busca ahora un hogar para el viejo Kedafi, habrá que ver que alma caritativa se avienta el papelazo. En todo caso puede ser que los gringos se animen, digo, si acaban de exonerar al terrorista cubano Luis Posada Carriles…

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