Roma, Italia, jueves 25 de Noviembre del 2010. En un contexto de crisis económica y política que no se había visto en este país desde hace mucho tiempo, los estudiantes de prácticamente todas las universidades salen a las calles en protesta por la así llamada, “Reforma Gelmini” (por Mariastella Gelmini, Ministro de Educación). Públicamente, el gobierno de Silvio Berlusconi justifica esta nueva embestida en contra de la educación pública como una medida indispensable para evitar la quiebra de las universidades italianas. Sin embargo, para la gran mayoría de los estudiantes, los dramáticos recortes al presupuesto destinado a la educación en general, y la transferencia de recursos públicos a manos privadas a través de bauchers canjeables por educación, es una medida que, además de profundizar la mercantilización de la educación universitaria, busca revitalizar la economía pasando los costos de la crisis al pueblo.
Así, desde las primeras horas de este día, estudiantes de Palermo, Torino, Florencia, Roma, Bologna, Milán, Cagliari, Pisa, Nápoles, Génova, Siena, Perugia, Trieste y Venecia han salido a las calles para expresar su repudio de diversas formas. La jornada de protesta, que lo mismo incluye grandes marchas, ocupación de universidades y tomas simbólicas de monumentos arqueológicos (como el Coliseo, en Roma, o la Torre inclinada de Pisa), se suma al ya considerable descontento que se aglutina en torno a la figura de Berlusconi. Se trata de un contexto político delicado, en el que los principales partidos italianos de oposición (sean de derecha o de izquierda) buscan desde ya sacar el mayor provecho, pues es muy posible que el Presidente del Consiglio tenga que renunciar al cargo a mediados del mes de diciembre.
Sin embargo, independientemente de que un relevo dentro de la clase política pueda disminuir la peligrosa acumulación de indignación y agravios entre el pueblo italiano, lo cierto es que la situación económica obligaría al nuevo gobierno a asumir la misma disciplina y obediencia al poder de los grandes empresarios, así como a los designios del Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial (tal como se ha visto en los últimos meses en Grecia, Irlanda, Portugal y España), por lo que tampoco sería descartable un escalamiento de las protestas de la gente antes el paquete de recortes y reformas impopulares que ya figuran en la agenda del Ministerio de Economía italiano.
Hoy, a pesar del impresionante control mediático que existe en este país, la televisión y la prensa han tenido que desplegar una jornada de resignificación de eventos que, a manera de “control de los daños”, busca reducir las protestas de los estudiantes a actos vandálicos de jóvenes manipulados por la izquierda partidista, al tiempo que la propia Mariastella Gelmini sale a hacer una serie de declaraciones en las que, entre otras cosas, exhorta a los estudiantes a comprender que «Nel Regno Unito gli studenti protestano per l’aumento delle tasse, in Italia invece il governo lavora per evitare l’aumento delle tasse e soprattutto il collasso del sistema» (En el Reino Unido los estudiantes protestan por el aumento en la cuotas, mientras que en Italia el gobierno trabaja para evitar el aumento de las cuotas y, sobre todo, el colapso del sistema).
De cualquier modo la suerte para este gobierno está echada, pues no sólo son los estudiantes quienes están resistiendo en la calles, también están los trabajadores a los que se les pretende despojar de derechos históricos, lo mismo que poblaciones enteras que en Nápoles padecen un grave problema por el control de la basura, gracias a que la corrupción ha convertido a esa región del sur de Italia en el depósito de desechos industriales del norte. El mito de la Europa del desarrollo y el bienestar está haciendo agua por todas partes, y es la oposición organizada de los migrantes, de los desempleados, de los precarios y, en general, de la Europa de abajo, la que lo está haciendo visible.