Son las 7 de la mañana y algunas sillas del aula de cómputo de la COCOPO (Consejo Coordinador Obrero Popular, organización que nos recibe hoy) se han, al fin, liberado. Cada noche, decenas de periodistas autónomos se dan cita para ir cubriendo la caravana, editando videos, escribiendo artículos, blogueando. El modem y los enchufes de Internet saturan, el salón calienta, se crea un avispero y los mediadores vierten sus reportes a la reina: la sociedad civil, ustedes. «Un medio libre en cada hijo te dio» rezaba irónicamente un compañero al enfrentarse a este escenario comunicativo animal.
Ahora que por fin tengo un poco de tiempo y espacio para escribir, quiero platicarles cómo he vivido este proceso en el que me veo inmerso.
¿Qué Caravana?
El 4 de junio salió de Cuernavaca, Morelos, la Caravana por la paz con justicia y dignidad que encabeza el poeta Javier Sicilia, quien sufrió el asesinato (cruel) de su hijo adolecente. Sería ocioso explicar en detalle el origen de lo que está pasando, además no tengo tiempo para hacerlo ya que el avispero mediático va a empezar a rezumbar en cualquier instante. Entonces, resumiendo, nos dirigimos hacia Ciudad Juárez, la ciudad más golpeada por la estrategia de guerra contra el narcotráfico que emprendió FECAL (FElipe CALderón) en 2006. Nos encontramos muy lejos de nuestra meta: primero porque son unos 3000 km de camino y, segundo, porque queremos transformar a México y salvarlo de la podredumbre de su clase política! Para tal efecto, hemos pasado por los Estados de Michoacán, San Luis Potosí, Zacatecas y ahora Durango. Vienen 12 autobuses y decenas de automóviles, sumando alrededor de 400 personas encabronadas todas por igual. Bueno, supongo que aquellas que no venían encabronadas antes del viaje ya deberían estarlo, pues los testimonios que hemos escuchado son brutales, indignantes, viscerales: familias destruidas, pueblos indígenas devastados (en particular los Purepechas de Cherán y los Huicholes), ríos y montes sometidos a la industria minera (Wirikuta, el corazón de la Tierra y el Cerro de San Pedro, ambos en San Luis Potosí, son codiciados por la tristemente célebre empresa canadiense New-Gold), desapariciones, secuestros, asesinatos (a veces muy recientes), impunidad y muerte.
Estrechando corazones
Estos testimonios, que se realizan en las principales plazas de las capitales estatales, generan una sinergia de horror. Nuestra rabia contenida se desatora a punta de gritos solidarios, “no están solos”. Seguimos subiendo. Entre más al norte vamos, más se des-contiene esta rabia. Nos juntamos, se debate en todos los camiones, se hacen grupitos, tal vez por miedo, tal vez por la necesidad de consuelo, por que somos solidarios. En Zacatecas nuestra entrada fue furiosa, gritamos consignas hasta agotar la esperanza, interrogando:
Por qué,
¿por qué nos asesinan
si somos la esperanza
de América latina?
Esa misma tarde partimos hacia Durango, donde el trance fue mayor. Llegamos de noche, corrimos, nacieron consignas
Los militares,
los tanques y las guerras
los siguen pagando el pueblo
con hijos sin escuela
El aire en Durango es muy pesado. Se respira el dolor y se expira:
Dura, dura, dura
Ya dura demasiado
la guerra contra el narco
que a Durango ha desangrado…
Madura, madura, madura Calderón,
no queremos esta guerra, queremos educación
Me tengo que ir, pero quisiera compartirles la siguiente página, http://emergenciamx.org donde las admirables avispas de Cuernavaca montan resúmenes audiovisuales cada día. Por favor sigan pendientes de la caravana. Ayer la Policía Federal allanó el Centro de Derechos Humanos Paso del Norte, una de las organizaciones de la sociedad civil que se prepara a recibirnos en Ciudad Juárez…
Jerónimo